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Cristóbal Salcedo, un famoso aventurero con muchos secretos que esconder, invita a su mansión a las tres personas más importantes de su vida. Durante la velada, uno de los asistentes cae muerto. Una pregunta revolotea entre los sospechosos... ¿Quién NO es el asesino? Una comedia de misterio donde el mayordomo es el detective, todos son culpables, sólo uno es inocente y hasta el muerto puede ser el asesino. NOTA DEL DIRECTOR Inexplicablemente, Agatha Christie y los hermanos Marx nunca se conocieron. ¿Hubieran hecho buenas migas? ¿Se hubiese enamorado Groucho de de ella? ¿La hubieran timado Chico y Harpo jugando al póker? ¡Nadie lo sabe! A mí me gustaría pensar que hubiesen escrito una obra de teatro juntos. Pero no lo hicieron. Así que Rodrigo Sopeña y yo, valga la osadía, lo hemos intentado. "Remátame otra vez" es una comedia, sí. Disparatada, divertida y surrealista a más no poder. Y, sin embargo, no deja de ser una obra de misterio clásica, con su muerto, su detective, sus enigmas, sus sospechosos ( y su mayordomo, eso que no falte). Si quitásemos todos los chistes y gags, la trama funcionaría perfectamente como un policial canónico. Es lo que nos propusimos los autores y lo que ahora me propongo como director. Además, cuento con la inestimable ayuda de un elenco lleno de gracia y talento. Así que, les invito a sumergirse en esta peculiar historia desentrañando el misterio a golpe de risas. Y, si algo sale mal... sólo hay un culpable, el director. Alberto Papa Fragomén
Pepa nació en Don Benito (Badajoz) y, bueno, ahí sigue la mujer. Es actriz, pero como a su pueblo no llegan los castings de Netflix sobrevive haciendo tupper sex para las vecinas, fiestas infantiles o enviando vídeos de felicitación imitando a famosos. Pero su vida cambia el día en el que su manager, Eusebio Calvo Pulpillo, la llama para hacer una sustitución de última hora: tiene que fingir ante el público ser Deborah Letherman, prestigiosa “coach emocional” experta en relaciones humanas, que está a punto de hacer una ponencia. Pero como en el último momento se siente indispuesta, llaman a alguien con los reflejos, el acento de Minnesota y la caradura suficiente para dar el pego. Y así es como Pepa se sube al escenario fingiendo ser quien no es y hablando de algo de lo que no tiene ni idea. La cosa se complica, Pepa pierde los papeles (literalmente) y decide sincerarse con el público, pidiéndoles apoyo y guardar el secreto “pa que no me echen, que necesito el dinero”. Pero es que ella no sólo habla con el público, también habla con su conciencia (Elena Martín), con Michael Jackson y con el mismísimo Dios, que se acerca un momento al teatro para echarle una mano. Así comienza un descacharrante viaje por las relaciones de amistad, de amor, laborales o familiares de la pobre Pepa, que parece que no da ni una. Claro, porque ella es “mocatriz”: modelo, cantante y actriz, y así se lo va a demostrar al público. Ay, lástima que no siempre salga bien. De la mano, una vez más, de Salomón (Paramount Comedy, Corta el Cable Rojo…), también coautor de los anteriores monólogos de Beatriz “Mejor Viuda Que Mal Casada” y “Antes Muerta Que Convicta”, y arropada por las voces en off de maestros del humor como José Corbacho, Juan Luis Cano (Gomaespuma) y Elena Martín (Las Virtudes), se construye un divertidísimo monólogo en el que no faltan los gags a un ritmo trepidante, música, imitaciones, interacción con el público que será cómplice de Pepa, y hasta un momento para la reflexión que nos pondrá un nudo en la garganta. Y es que Pepa no se rinde. Nunca. Quiere alcanzar sus metas y ser Rosalía. TRÁ-TRÁ. Como ella misma dice “Tú corre detrás de tus sueños, si no los alcanzas por lo menos adelgazas”. Tú quédate con Pepa, que ya se encarga ella de que merezca la pena
Palabras encadenadas es, si se quiere leer así, la historia de un psicópata y su(s) crímen(es), ¿han existido realmente, han sido "ensayos" para el único crimen que deseaba perpetrar, forman parte sólo de una macabra broma? Pero desvela también la imposibilidad de marcar límites entre la locura y cordura, entre verdugo y víctima. Sabiamente Galcerán construye la pieza de forma milimétrica, graduando la información que nos permite el desvelamiento de las verdaderas relaciones que unen a los personajes. Paso a paso, la historia se hace más compleja y el afloramiento de cada nueva verdad sigue un cuestionamiento, de modo que se genera una nueva incertidumbre. Lo que hubiera podido ser una simple propuesta moral, todo lo emocionante que se quiera, pero lastrada por una clara toma de partido, que nos hubiera impedido a simpatizar directamente con la víctima y sentir repugnancia por el verdugo, queda convertido en un ambiguo interrogante sobre la condición humana, gracias a un hábil escamoteo, que no es otra cosa que la muestra de que ser un torturador y no torturado sólo depende de tener el poder de elegir el papel y contar con los recursos necesarios para representarlo con éxito.
Carolina cumple trabajos sociales limpiando teatros tras pasar varios meses en la cárcel. El que sigue dentro es su marido don Mauricio (Mauri), un empresario de altos vuelos que parece haber caído en desgracia desde su polémico matrimonio. Carolina (al igual que su hermana, la viuda Patricia) dejó su pueblecito de Huelva para triunfar en Madrid, aunque su objetivo era muy diferente: casarse con un hombre rico. Una vez conseguido y tras un breve matrimonio, su vida da un vuelco y ambos se ven en la cárcel. Cuando ella es puesta en libertad y también se ve libre de la vigilancia de Mauri, se plantea su verdadero objetivo: entrar en un concurso de la tele. Más motivada que nunca se presenta al casting. Siguiendo en la línea de la existosa “Mejor Viuda Que Mal Casada”, la función lleva un ritmo trepidante de gags, reflexiones absurdas y situaciones disparatadas que provocan el momento perfecto para desmenuzar con humor la vida en pareja y sus complicaciones, las eternas diferencias entre hombres y mujeres que suelen ser motivo de trifulca, la importancia de luchar por los sueños y las neuras que todos vivimos en el día a día, demostrando que no tomándonos tan en serio y sabiendo reírnos de nosotros mismos, la vida es un puro chiste. Con la colaboración del cómico Salomón (Paramount Comedy, Corta el Cable Rojo…), y de la actriz y directora Pepa Rus (Aída, Gym Tony, Lifting, Microteatro…), Beatriz consigue un monólogo vertiginoso a golpe de gags, imitaciones, chistes e inesperados flashes musicales, y sobre todo, carcajadas. También hay un pequeño espacio para la ternura y la verdad cuando la actriz habla al público con el corazón en la mano de cómo ha cambiado su vida y sus prioridades según ha cumplido años, un pequeño inciso de verdad y reflexión para retomar rápidamente el personaje que le ha traído hasta el teatro y arrancar carcajadas continuas que, al fin y al cabo, es lo que la función pretende: hora y media de risas y diversión NON-STOP.
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